Juan Antonio Cebrián Conduce un programa de radio, “La Rosa de los Vientos” que, como él mismo admite, es casi más una religión que un programa, por la fidelidad y el entusiasmo de su audiencia. Pero la Historia le apasiona desde niño. Cuarenta mil lectores compraron sus “Pasajes de la Historia”. “La aventura de los godos” va por los 60.000, y ambos siguen vendiendo. Y ahora nos cuenta nada menos que la Reconquista en “La Cruzada del Sur”. Es el “Rey Midas” de la divulgación histórica.
¿Dónde piensa parar?
No pienso parar. Me gusta esto. Pienso que hay muchísimas cosas interesantes para contar de un modo divulgativo, que es lo que yo hago. Porque yo hago divulgación, no investigación. Y parece que a la gente eso le gusta…
¿Que le gusta?
Hombre de Dios, pero si lleva usted vendidas ¡dieciséis ediciones! del libro de los reyes godos.
Así es.
Y lo están traduciendo al portugués. Y en España se lo ha comprado el Círculo de Lectores, que es lo más parecido que se conoce, para los escritores, a la beatificación en vida.
Ha sido un éxito, sí. Me ha sorprendido mucho que lo hayan dado como libro recomendado. La verdad es que estoy muy agradecido. Llevamos ya unos 60.000 ejemplares…
¡Casi ha vendido usted tantos libros como godos había!
Yo supongo que la forma de narrar, de contarlo con sencillez, de novelarlo un poquito…
En esto va camino usted de ser el Indro Montanelli español. Él contó su historia a los italianos, usted lo está haciendo con los españoles.
Hombre… Los hay mucho mejores que yo, no aspiro a tanto. Sé perfectamente cuál es mi sitio en esto. Lo único que pretendo es gustar y entretener a los lectores. Nada más. Y, comparado con la mala leche de Montanelli, yo soy un angelito. Para mí, to er mundo é güeno…
¿Qué porcentaje de su éxito se debe a “La Rosa de los Vientos”, el programa de radio que usted dirige en Onda Cero?
Yo supongo que es alto. Los oyentes son los que empujan las primeras ediciones, sin duda alguna. De hecho, este libro se lo dedico a ellos. Porque sin ellos yo no sería nada ni estaría aquí. Del primer libro, yo creo que la mayoría de los lectores eran oyentes. Con el segundo, el de los godos, en la Feria del Libro había gente que me decía: “Gracias a este libro he empezado a escuchar su programa”…
Titula usted “La Cruzada del Sur”. ¿No teme que le critiquen?
¿Por qué?
Hombre, porque el término parece algo duro… Ya sabe, ahora se habla de convivencia, de encuentro de culturas, de Integración. Pero “Cruzada”…
Bueno, es que en realidad yo soy un hereje. Y al ser un hereje me permito ciertas licencias. Lo de ser políticamente incorrecto va muy bien con mi personalidad. Se podía haber llamado La Yihad del Norte, ¿no?
¿Son lo mismo?
Muy aproximadamente. Los líderes musulmanes llamaban a la yihad y el Papa llamaba a las cruzadas. No hay tantas diferencias. Fíjese que fueron ochocientos años en ese plan. Y la primera cruzada que convoca un Papa, Alejandro II, es en España y pertenece a la llamada reconquista. Antes que todas las demás, la de Oriente.
Bin Laden ahora convoca a sus leales contra los “cruzados”.
Bin Laden es un personaje muy triste y completamente anacrónico, Es una farsa, un muñeco. Dentro de pronto lo sabremos todo de él.
Usted es un sentimental y se le nota muchísimo.
Pues claro que sí.
Se le nota una enorme debilidad por algunos personajes del libro.
Veamos, veamos…
Adora usted a los dos grandes Abderramán, el primero y el tercero. ¿O no?
Ha acertado usted de lleno. Son dos de los personajes más luminosos de todo el Medievo europeo. Abderramán I escapa de la masacre de los Omeyas, es el único al que no asesinan, es el príncipe errante. Cruza África y llega a Al Andalus, a la tierra de vándalos, la perla del imperio musulmán, y casi enseguida se hace con el poder y funda el emirato independiente. Un genio. Y el otro, el califa, es otro tipo incuestionable. Después del reinado más glorioso que se pueda imaginar, al final de su vida echa la vista atrás y dice: “Sólo tuve catorce días de felicidad…”.
Y añadió: “No seguidos”.
Fíjese, el hombre más poderoso de su tiempo.
Le pierde también Fernando III el Santo.
Es que lo de este hombre es para analizarlo en las academias militares. Su campana sobre Andalucía es tremenda. Cuando el rey Femando asume la corona de Castilla y León, el reino tiene unos 250.000 kilómetros cuadrados. Cuando concluye su reinado, ha añadido un 40 por 100 más. A ver quién puede decir eso mismo hoy. No como Alfonso X.
Ese es de los que le caen bastante mal. Y también se le nota.
Es que tiene muchas cosas en su debe. Era un sabio, sin duda, pero su obsesión de toda la vida fue lograr la corona del Sacro Imperio Romano Germánico. Gastó sumas enormes en sobornar a los príncipes electores, y para nada. Los asuntos de casa los descuidó bastante más, Y eso. en Castilla. pues no sentó bien. Estuvo siempre volcado con Sevilla, eso sí.
Elogia a Alfonso VI, el de la jura de Santa Gadea, y a la vez trata al Cid con un poco de… ¿cómo decirlo?
Es que Alfonso VI fue un gran rey con un pésimo jefe de prensa, que fue el autor del Cantar de Mío Cid. En Uclés le vencen y le matan a su primogénito; en Sagrajas vuelve a perder, el Cid no acude y pierde allí la flor y nata de los caballeros. En realidad, Alfonso VI se pasó la vida perdiendo la flor y nata de todo, y por todas partes. Pero fue un muy buen rey. El Cid es el que era un mercenario. La película de Charlton Heston es una moto que nos han vendido. Combate muchas veces al servicio de los moros y lo mismo le da machacar una mezquita que una iglesia, depende de lo que paguen. En la historia de España hay que ir poniendo a cada uno en su sitio.
Se carga usted la leyenda del Cid. Dice usted que se murió de unas fiebres.
Como cualquier vasallo, sí.
¿Y lo de que ganó batallas después de muerto?
Siento romperle la ilusión infantil, pero eso también es inventado.
¿Y Almanzor no era una mala bestia sedienta de sangre?
No, Era un hombre refinado que sabía mucho de teología, de filosofía, de derecho… Más aún: la batalla de Calatañazor no existió nunca y Almanzor no perdió ningún tambor. Fue un invento de la propaganda cristiana, como la de Clavijo, con el apóstol Santiago alanceando moros. Todo eso es inventado. En nuestra historia medieval se mezclan muchísimo la leyenda y el cantar de gesta con el rigor de los hechos.
Concede usted una Importancia extraordinaria a las Navas de Tolosa.
Desde luego. Si allí hubieran ganado los almohades en vez de los tres reyes cristianos (Alfonso, Pedro y Sancho), hoy es muy posible que usted y yo estuviésemos hablando en árabe y leyendo el Corán.
¿Por qué dura ocho siglos la Reconquista?
Una cuestión de dinero. Los reinos cristianos necesitaban las parías, el oro de los tributos musulmanes. Y muchas veces al revés. Se pasaban la vida luchando los unos en el bando de los otros.
Es pasión lo que usted siente por estas cosas, ¿eh?
Sí, desde pequeño. En casa debe haber como seis mil o siete mil libros… Y éste, por el tremendo trabajo de síntesis, es el que más trabajo me ha costado. Pero creo que es el mejor.
¿Con qué se meterá ahora?
Pues con una nueva entrega de Pasajes de la Historia y quizá con un libro sobre la Hispania romana.
Oiga, ¿y una historia de los vascos en la que se diga la verdad y no lo que se cuenta en las Ikastolas?
Huy, qué tos me ha dado de repente… Algún día habrá que contarlo, claro. Pero algunos son tan aldeanos… ¿Quién les dice que las comunidades históricas no son las que ellos inventan, que son otras? ¿Cómo aceptarían eso?